Bariloche2000 - Hans Schulz: Bertoncelj v prvi argentinski [himalajski] odpravi (špansko)

De la Eslovenia natal a Bariloche

“Yo nací en Eslovenia, cerca de los Alpes Julianos. Allí se formaba mucha gente de montaña. La montaña más alta de aquellos Alpes es el monte Triglav y es una de las montañas más famosas del mundo entero, son kilómetros de paredes de gran altura. Allí venían los escaladores de todo el mundo. Yo tenía un vecino que era el mejor escalador de aquella época previa a la II Guerra. Cuando terminó la guerra, él tenía ya más de 60 años y volvió a escalar la pared por una de las rutas más difíciles y que hoy lleva su nombre. Naturalmente que en la actualidad todo ha cambiado y los escaladores de hoy en día, con todos los medios modernos y toda la ayuda que tienen, pueden lograr cosas mucho más difíciles. Nosotros hablábamos de grado “6 (+Plus) que era lo máximo que un ser humano podía hacer en escalada y hoy en día hablan de grado 8 y 9. Parece mentira.
Con mi mujer éramos vecinos del mismo pueblo. Al final de la guerra, todos tuvimos que huir del comunismo. A los tres meses de terminada la guerra, a la familia de mi mujer le avisaron que el último tren a la frontera con Austria partía en media hora porque ya los partisanos comunistas estaban avanzando. Entonces con lo puesto abandonaron la ciudad pensando que pronto volverían. Cruzaron la frontera caminando y llegaron a Austria. Finalmente pudieron refugiarse en un campo norteamericano y así se salvaron de ser enviados de vuelta por los ingleses a Yugoslavia, de los cuales en una semana mataron a miles y miles. Hace poco descubrieron una fosa común en una mina en donde encontraron ropa de chicos y mujeres asesinadas. Todos los que no pensaban igual que los comunistas tenían que desaparecer y eso era matándolos. A mi padre lo mataron por eso. Yo estaba al lado de el y un hombre con una ametralladora me empujó a un lado y lanzó una descarga de ametralladora que lo mató.

Yo era amigo de un cura franciscano que venía de la zona italiana para oficiar misas en la parte norte de Eslovenia. Cuando se empezó a acercar el fin yo me fui con él a vivir con él por una semana con unos parientes. Un día volviendo en bicicleta con el franciscano nos estaba esperando una viejita para avisarnos que ya los comunistas habían tomado esa región. Entonces nos fuimos directamente a Austria y mi mama se quedó sola en su casa. En Austria pudimos refugiarnos en Spital lejos de los lugares en que los ingleses agrupaban a miles de eslovenos para entregarlos nuevamente a los comunistas. Eso fue terrible. Pero ya ha pasado mucho tiempo de esa época y el mundo ha cambiado.
Los primeros dos años en Austria no los pasé muy bien. Trabajaba en una librería y en mis tiempos libres me iba a la montaña a las que subía en verano y en invierno. Luego me vinculé al mundo del esquí y allí se me abrieron todas las puertas. Me hicieron socio del Club y me invitaron a un entrenamiento con un entrenador que pertenecía al equipo nacional de Austria. Se llamaba Zitterer y en el año 1947, junto a otros austriacos y suizos, vino a Bariloche a correr el Kandahar de los Andes. Mientras que estábamos entrenando, el entrenador no hablaba de otra cosa que de Argentina y de Bariloche: “que buena gente, que bien que los atendieron, que bien que la pasaron, que lindo lugar, que linda montaña etc etc”. Yo sabía que teníamos que migrar algún día a algún lado y me dije: no a la Argentina, a Bariloche! Con Francisco Jerman teníamos todos los papeles para irnos a los EEUU pero lo pude convencer de venir acá. Y así venimos a la Argentina. Era el año 1949 y yo tenía 21 años. En Buenos Aires me enfermé y tuve que estar dos meses en cama. Jerman se encontró en con otro amigo, Fleré. Cuando recibí la tarjeta de Bariloche dejé el hospital como estaba y me subí al tren para el sur. Y cuando llegué a Bariloche no pude creerlo. Una de esas cosas que le quedan a uno para toda la vida en la memoria. Nosotros venimos de un lugar muy lindo en Eslovenia pero todo es chiquito. Acá todo es grande. Cuando vi el lago Nahuel Huapi y las montañas medio nevadas ¡Que belleza! Hicimos bien en venir.”

Belleza sin par
“Hace unos pocos años y junto a mi hijo mayor y unos amigos recorrí por una semana el Hielo Continental Sur. Bueno, esto fue lo último que pudimos hacer antes del accidente. Pegamos la vuelta al Fitz Roy y Torre por atrás, una travesía por el Hielo de unos 60 kilómetros, ingresando por el Paso Marconi y saliendo del Hielo por el Paso de Viento y el valle del Río Túnel. Esa fue una de las cosas más lindas que yo he hecho. Cuando llegamos a la altura del Valle de los Altares creo que se llama. Allí se abre un valle que al fondo esta el Fitz Roy y después las torres Egger y Torre y el Cordón Adela todos cubiertos con hielo tipo hongo en la cumbres. Fue bastante tarde y ya el sol estaba casi horizontal poniéndose en el mar chileno y daba derecho a las paredes que estaban como rebocadas por hielo blanco. ¡Tanta belleza yo en mi vida no he visto! Yo era el más viejo. Ese día nos quedamos callados un rato calladitos y nadie hablaba y ese día no habló más nadie. A todos nos impresionó de una manera increíble. Fue tan impactante la belleza. Yo no podría describir tanta belleza que habíamos visto. Eso me quedó para siempre. ¡Tantas cosas lindas que existen en este país! A Dios se le fue la mano me parece.”

Una época clásica
“Está lleno de argentinos en el Everest este año, me sorprende. Bueno, el grupo de Bariloche quiere ir como CAB y eso es válido, para mí también vale, porque justamente cuando nombraste la Expedición al San Valentín, recordé que esa fue la primera expedición del CAB en la que fueron todos miembros del Club e incluso dos miembros fundadores: Meiling y Neumayer. Para mí fue buenísimo, fue un honor poder haber participado en esa expedición. Por un lado, la belleza del Hielo Continental Norte y el poder subir por primera vez una montaña es algo que no existe. En Europa hace 200 o 300 años hacían esas cosas y a nosotros acá de golpe se nos abrió un mundo nuevo. Subíamos volcanes por primera vez y teníamos el privilegio de poder nombrar una montaña. El San Valentín fue una de las cosas más lindas que hemos hecho y nos salió bien y eso que llovía y estuvimos dos meses metidos ahí. Llovía todo el tiempo mientras que íbamos subiendo con los esquís a lo largo de más de 50 kilómetros de glaciar. Cuando llegamos a la base dejó de llover por tres días. Subimos a la cumbre, bajamos y empezó a llover de nuevo. La bajada en esquís fue hermosa, tremenda. Siempre digo que para mí fue un privilegio poder haber participado de ese momento. Así, junto a Francisco Jerman nombramos “Esloveno” al Campanile del Cerro Catedral. Había sido nombrado Campanile por el Padre Agostini. Los andinistas de aquella época subían a las montañas y las nombraban por las razones más curiosas. Una vez fui con Mailing al Tronador y se veía a lo lejos un vallecito que se llama Mate Dulce y yo le pregunté la razón. Me contó que allí estuvo con Neumayer tomando mate y quedó el nombre. Hay cumbres como “Inocentes” o “Navidad” que se refieren a los días en que fueron ascendidas. Así se ponían los nombres en esos tiempos. En Europa eso ya no era posible. Yo fui un afortunado de haber vivido aquella época. Acá cuando llegamos nosotros podemos decir que era una época clásica. De alguna manera vivimos la transición a la escalada moderna. Yo fui parte de esa transición. Acá la transición empezó con la escalada del Campanile que lo llamaban “el invencible”. Nosotros subimos sin tener tantos medios de escalada modernos pero si conocimientos porque en Austria estuve escalando en los Dolomiti que es un grupo de montañas hermosas. Y allí aprendí un poco más para después poder utilizarlo acá. Antes nosotros escalábamos con sogas de cáñamo de 12 Mm. más o menos y para escalar cosas muy difíciles había que escalar con dos sogas. Una para colgarse y otra para seguir. Con Meiling hacíamos travesías en esquí desde el Catedral hasta el Tronador. Y durante toda la travesía hablaba de las hazañas que había hecho con aquellas personas de antes como el Dr. Neumayer por ejemplo. Conocía toda flor por su nombre latino y vulgar. Sabía donde crecía. Era un libro abierto. Para mí Otto Meiling era un sabio, un autodidacta. Tenía siempre en su biblioteca los últimos libros de Alemania. Yo he visto un diario de Meiling todo en alemán. En él se basó Arko para escribir su libro. Pero hay muchísimo más que se perdió para siempre porque nadie escribió. Es una pena. Y estoy hablando de un montón de gente.”

“Dinko, Antártica Argentina”
“Tonchek Pangerec, que luego falleció en una avalancha en el macizo del Paine, bautizó a una de las cumbres del Tres Picos del Bolsón como “Frey”, en honor al entonces Intendente del Parque Nacional, Don Emilio Frey. Frey nos estimaba mucho y yo conozco unas cuantas anécdotas curiosas de él. Una vez a fines de la década del 50 estuve en la Antártica, en la base General Belgrano, la base más austral y en donde nunca había llegado un avión y donde los rompehielos no podían entrar para hacer el relevo todos los años porque el mar está congelado. Entonces con el primer vuelo histórico que hizo el piloto James Lassiter, un americano que había transformado un viejo DC3 en un solo tanque de nafta para poder ir y volver porque no había otra forma de abastecerse, me trajo una tarjeta escrita por Don Emilio Frey que tenía como destinatario: “Dinko. Antártica Argentina”. Y me encontró en la Base General Belgrano. La tengo que buscar y encuadernar como reliquia.”

Esquiador polar
“Con respecto a mi estadía en la Antártica tengo muchas anécdotas. La antigua base General Belgrano que yo conocí ya no está. Salió flotando con el témpano, ahora creo que ya es la tercera. La antigua estaba ubicada a unos cuatro kilómetros de una plataforma de hielo (“Ice Shelf”) que está formada por glaciares que llegan al mar y siguen flotando. Yo fui contratado por el Instituto Antártico Argentino para el Año Geofísico Internacional (AGI/ 1957-1958) en el que la Argentina se comprometió con muchas cosas como meteorología, glaciología y otras más y no sólo en la Antártica. A mi me conocieron como guía de alta montaña porque los había conocido trabajando en los glaciares del Tronador a lo largo de dos años y específicamente en el Glaciar Negro, que con su hielo cristalino y cubierto de restos de morena, es tan diferente a todos los demás. Yo estaba participando en unas competencias de esquí en Chile y me mandaron un telegrama para ver si los quería acompañar. Yo no tenía mayores obligaciones y tampoco estaba casado y en vez de volver a Bariloche me fui a Buenos Aires. Llegamos a la Antártica en Enero a bordo del rompehielos San Martín. Alguien quiso hacer la primera expedición al Polo Sur por el continente y decidieron instalar esa base allá. Nosotros llegamos como a las 2 de la mañana y no sabíamos exactamente donde estaba el lugar. El rompehielos atracaba en la barrera del hielo congelado. Yo llevé mis esquís. ¡Tenía la escuela de esquí más austral del mundo! Y a mi jefe de aquel entonces se le ocurrió que podría adelantarme a la base con mis esquís. Dicho y hecho. El rompehielos, que casi no tiene quilla se monta a la plataforma de hielo y sube y lo aplasta y con bombas rápidas cambiaban el peso dentro del Rompehielos para poder salir nuevamente hacía atrás. Me bajé con una escalera y me puse los esquís y salí con paso patinador hacía la base que estaba bajo la superficie de la nieve y sólo se podían ver dos antenas. Era todo lo que se veía. Sólo había allí una tapa que era el acceso de la base a la superficie. Justo cuando estaba a unos 50 metros se abre la tapa y aparece una cabeza mirando para el otro lado. Yo sigo y se escuchaba el ruido de mis esquís sobre la nieve. La cabeza de da vuelta y aterrorizado el hombre me ve y se cae hacia adentro. Mientras tanto yo me acercaba y aparece de nuevo la cabeza y el hombre asustado me dice: ¿pero Usted quién es?, ¿de donde viene? ¿Usted es un esquiador polar?”
Muchos años después fui invitado en Buenos Aires a un aniversario de la Antártica y en un casino de suboficiales cuando entro, del otro lado del salón, un señor de unos 85 años me señala y mientras que se me va acercando me va diciendo: “¡Usted! ¡Usted! Yo lo conozco: ¡Usted es el Esquiador polar! No recordaba mi nombre, pero si el momento en que en el medio del hielo y de la nada y como un fantasma, aparecí con mis esquís.”

1954 - Expediciones solitarias
“El Himalaya tiene las cumbres más deseadas por todos los escaladores mundiales. La cumbre más alta es el monte Everest del lado este y la segunda más alta el K2 en la parte oeste que es algo muy curioso. El año en que nosotros subimos al Dhaulagiri éramos los únicos. Ahora esto es imposible por la cantidad de escaladores y expediciones que se amontonan frente a las cumbres más famosas. En aquella época la expedición más famosa había sido la de Edmund Hillary y Tensing Norgay al Mount Everest un año antes. Nosotros lo encontramos a Hillary a la vuelta en Katmandú en la embajada Nepalesa junto a George Lowe. Era un tipo muy tranquilo, normal, humilde. George Lowe por ejemplo hizo todos los escalones de la pared del lado norte del Lhotsé que Hillary luego aprovechó para subir al Everest. Lo más curioso es que a George Lowe, que era un maestro de Nueva Zelanda, lo volví a encontrar luego en la Antártica en una base que los ingleses habían instalado y que se llamaba Shakleton. De allí partió luego la primera expedición al polo sur que cruzó toda la Antártica y en la que George Lowe participó como documentalista.
Volviendo al Himalaya, los franceses habían estado en el Dhaulagiri unos años antes que nosotros pero del lado sur. Por eso nosotros tuvimos que hacer caminos, sendas y puentes por el valle del Mayangdi Kola. Ellos, liderados por Maurice Herzog, vinieron del otro lado y llegaron a un paso que todavía hoy se llama “El Paso de los Franceses”. Nuestro campamento base, debajo de la Pared Norte, estaba a sólo cuatro kilómetros de ese lugar. Cuando ellos vieron la Pared dijeron: “esto no lo hacemos” y pegaron la vuelta y subieron al Annapurna, el primero de los “ochomiles” en ser conquistado. Herzog, el jefe, perdió en la expedición todos los dedos de sus manos y sus pies.

Ciudadanía instantánea
“Gerardo Watzl y yo éramos los dos únicos que cuando nos invitaron no éramos argentinos. Cuando fuimos a ver a Perón, que en ese entonces era Presidente, él se enteró de que éramos extranjeros. Cuando conocí a Perón era una persona carismática y además sabía más de la montaña y del esquí que cualquier otro de los miembros de la expedición al Himalaya. Cuando se dio cuenta que yo tenia experiencia me llevó a un rincón y estuvimos hablando ahí un largo rato y eso que yo no hablaba muy bien el castellano. Dejaba esperar a los demás para seguir hablando de la montaña. Él había ido a Italia para hacer un curso de Montaña en Courmayeur (Piamonte) y había aprendido un montón. En realidad yo no tenía ninguna nacionalidad. Perón me apuntó así con el dedo diciendo: “si ustedes quieren ir a la Expedición Argentina al Himalaya tienen que ir como argentinos”. Un tiempo atrás yo había estado en el equipo de esquí para ir a las olimpíadas de Oslo y no pude ir porque no conseguí la ciudadanía. Durante semanas estuve en Buenos Aires frente a las mismas puertas que ahora estaban todas abiertas. Había perdido así la única olimpíada en la que hubiera podido participar en el año 1952 en Oslo. Ahora lo conseguí en sólo dos días y con cafecito y “señor siéntese”.”
Fin 1º Parte / Entrevista a Dinko Bertoncelj / Hans Schulz-Abril 2010/